Bandas transgresoras

Cuando los adolescentes con heridas abiertas del pasado se agrupan en bandas transgresoras en su necesidad humana de pertenecer, en su pulsión de establecer un vínculo y en su voluntad de conseguir un poder violento, encuentran, además de mucho sufrimiento, una seguridad en la acción de competir contra “el enemigo”, en el paradigma del egoísmo y de la supervivencia.

Sin embargo, las consecuencias de ir contra el equilibrio razonable que establece la vida, son devastadoras, y la desigualdad, injusticia y soledad que se genera, confina a la marginación, enfermedad y muerte.

Lo que no saben estos adolescentes es que en su búsqueda hay un impulso de amor por pertenecer, ser iguales y compensar y hacerse cargo de los destinos atrapados de sus seres queridos. Una forma de amor aunque perversa de reparar los desequilibrios de sus sistemas familiares.

En el paradigma del egoísmo, de la premisa de la escasez y la separación, en la necesidad de buscar un poder sin conciencia, obligados a demostrar un valor, sólo encontrarán mayor desequilibrio para ellos y para sus familias.

El impulso de amor sano busca una energía de servicio o de compensación constructiva, que puede desarrollarse en el paradigma de la cooperación, donde se busca satisfacer las necesidades del otro y principalmente, la aceptación de su identidad. Es un ofrecimiento personal para que el otro pueda sentirse libre, reconocido y amado, en una idea de la abundancia frente al bien escaso y donde cada uno puede elegir sin limitaciones.

Es llamativo el trabajo de Orland Bishop con menores en riesgo en Los Ángeles (EEUU) donde rescata la influencia ancestral de considerar el espacio que se genera en cada relación como un santuario, un lugar único que se establece de ser a ser, donde se desarrolla un intercambio de energía exclusivo, una invitación al acogimiento mútuo.

Bishop basa su terapéutica en la comunicación con profundidad y desde el corazón, sin juicios de valor, respondiendo así a la pregunta ¿Qué puedo hacer yo para que el otro se sienta verdaderamente quien es?

En la sinceridad radical, en la apertura absoluta, en la verdad profunda del dolor y de la herida se va tejiendo un significado narrativo de las historias de vida que logra dar sentido a nuestra existencia y nos predispone en un camino de encuentro, posibilitando al otro ser quien verdaderamente es. Más allá de buscar acuerdos o resultados, la expresión de la verdad personal, sin juzgar la posición del otro, permite aflorar el impulso de acercamiento.

Bishop realiza con los adolescentes retiros de 5 días donde practica ceremonias y rituales, abriendo una experiencia de percepción y de conexión con una realidad más amplia, retirándoles de su contexto y de sus esquemas limitados. En la creación de un espacio seguro los jóvenes se permiten el anhelado impulso de unión e intimidad.

Las bandas luchan por la apropiación exclusiva de un territorio donde pueden desarrollar una explotación económica (tráfico de drogas, robos, extorsión, privilegios…). Bishop consciente de la importancia del territorio trabaja para transformar el espacio en un lugar donde desarrollar la identidad (ser escuchados y comprendidos).

La cooperación intergrupal, igualdad (equidad en los turnos, reparto de funciones, de territorio…), la existencia de referentes de autoridad y fundamentalmente, el establecimiento de una meta común y trascendente, son las condiciones relacionales que disminuyen los prejuicios y favorecen el contacto entre grupos enfrentados.

Las investigaciones concluyen que las personas que cooperan de forma sincronizada, sus ondas cerebrales hacen lo mismo, lo que establece una mayor resonancia y vinculación. Esto es, salir de la individualidad para entrar en el espacio del vínculo.

Frente a los postulados del gen egoista y la competitividad como necesidad biológica evolutiva, cada vez es más esclarecedor que la vida está fundamentada en la cooperación. Somos parte de un ecosistema más amplio que nosotros mismos y por lo tanto, nuestra identidad es el espacio entre nosotros y todo lo demás, entre un ser y el sol, entre un ser y el mar, entre un ser y un águila, entre un ser y otro ser. Somos principalmente un impulso de conexión.

La calidad del vínculo que establecemos en nuestras relaciones es la clave más importante de nuestra salud. Estudios actuales concluyen que el factor más determinante de nuestra enfermedad es la soledad.

Por encima de toda discrepancia, de toda limitación o enfrentamiento, hay un espacio común, un espacio intermedio que establecemos con cada ser que nos une o nos ha unido y es precisamente en la experiencia de cuidar y honrar ese espacio lo que nos permite la felicidad.

Los lakota (tribu norteamericana) trascienden el pensamiento occidental “yo-ello” (yo separado de todo lo demás) para referirse a las relaciones como tiyospaye “donde vivimos está lejos pero no separado”.

Sawubona “te veo” es un saludo zulú  y del que Bishop aclara que conlleva la intención de reconocer al otro, de estar abierto a lo mejor que hay en cada persona. La voluntad de “ponerse al servicio de la pura experiencia de la conexión”.

Carlos Moriano

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