Hacia el huracán

Después de algunas heridas, solemos vivir con el corazón cerrado, la mandíbula tensada, los ojos cerrados, los brazos cruzados, los oidos tapados y las puertas cerradas. Se quiere vivir ajeno al dolor, que inevitablemente un día llega y golpea, zarandeando todos los cimientos. Aquí no hay escapatoria. Uno renuncia a parte de la vida para no transitar los caminos del dolor y al final descubre que no era posible.

No hay alternativa. La vida no puede medirse en parámetros de justicia divina o de efecto-causa. Placer y dolor son parte indivisible y vivir supone estar sumergido en un mar ajeno a nuestra capacidad de control.

Al atardecer, en medio de la inmensidad antártica todo el grupo de pinguinos se dirigía al mar excepto uno, que iba en la dirección opuesta rumbo hacia el huracán.

A diferencia de la orca marina que conoce el amor eterno (permanece de por vida con su pareja) algunos delfines transgreden la pertenencia a su grupo y buscan un camino de aventura y soledad, más cercano al riesgo de la muerte y donde se comunican con otras especies.

La vida como un camino hacia lo nuevo en un reto creativo e incertidumbre permanente exige ir más allá de la atadura al pasado que nos hace buscar lo antiguo en lo nuevo, para asegurar nuestra pertenencia, nuestra necesidad de seguridad.

Una mirada hacia el futuro con una imagen de reconciliación, de igualdad, en sintonía con una fuerza que ama a todos por igual, con independencia de todo tipo de razones morales, ideológicas, circunstanciales, nos aleja de nuestra conciencia tribal, para sumirnos en la plena autonomía y también en la soledad y en la culpa. Es el precio de la libertad, una fuerza irrefrenable.

Abrir el corazón, los ojos, los oidos, abrir los brazos, abrir las puertas es necesario para estar en la vida. Con un amor valiente, creativo, sin importancia, sin culpa, sin inocencia, libres dentro de lo que nos tocó, en sintonía con nuestra esencia, sin expectativa, asintiendo a la vida, mirando hacia lo nuevo, honrando lo antiguo, asumiendo los costes, apreciando lo adverso, confiando en la vida, sabiendo que todo llega en el momento adecuado, guiados misteriosamente.

Carlos Moriano

Imagen de Jean-Michel Baskiat

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